Coreografía en la sala
La postura del cuerpo, los movimientos o el control del espacio son algunas de las cosas que los chicos de sala están estudiando estos días. En este taller de Presencia Escénica,
que comenzó a impartirse en Mugaritz en 2008, los camareros, maitre y sumilleres aprenden, gracias a la coreografía, a moverse por el comedor para dar un servicio más cálido al comensal, intentando molestarle lo menos posible.
La clase comienza con la pose. El profe, el coreógrafo Aiert Beobide, les habla de la importancia de “poner el chip de la postura para trabajar”. Comienzan en círculo, con los ojos cerrados, sintiendo los pies apoyados en el suelo; la cadera y los hombros, alineados con las piernas; el mentón, un poco alzado, para que la energía fluya.
Hacen ejercicios para controlar el espacio. Pasean por la sala; ahora más rápido, ahora con calma. “Es como conducir. Tienes que estar a lo tuyo, a lo que están los demás y, al mismo tiempo, hay que calcular cuánto se va a tardar en llegar al lugar”, explica Aiert. Los chicos caminan en silencio, concentrados; de vez en cuando bromean con el lisiado, Joseba, que hace unos días se dio un golpe en la rodilla y les observa atento desde una esquina.
“La sonrisa es la mejor manera de mostrar confianza en lo que uno está haciendo, de tranquilizarnos y tranquilizar a los demás”, les explica el coreógrafo. Pone como ejemplo a Joserra, que acompaña cada movimiento que realiza con una sonrisa de oreja a oreja. “Los comensales lo perciben y cuando te ven sonriendo, te dicen que se nota que lo pasamos bien trabajando”, apunta él.
También han practicado sobre cómo marcar las mesas, servir el vino, poner el pan o cantar los platos. Las nuevas mesas son ocho centímetros más altas que las anteriores y, aunque parezca un detalle nimio, influye muchísimo a la hora de realizar cualquier movimiento. Doblar las servilletas también tiene su enjundia: hay que hacerlo rápido, pero tocándolas lo menos posible, acariciándolas.
Gestos, miradas, sonrisas… tienen que ser delicados, llevados a cabo con sumo mimo. Cada movimiento adquiere importancia en Mugaritz porque esos pequeños detalles son los que hacen que un servicio sea especial, único.
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