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Acercando emociones a la mesa
Una mesa desnuda, apenas
un mantel y un plato-escultura inestable de centro de mesa. Un lienzo en
blanco, un escenario vacío donde la luz que ilumina tu mesa indica el
comienzo del espectáculo. El comensal se encuentra en un espacio
virgen, desconocido, donde todo está por hacer, donde todo está por
sentir. No son meros espectadores, su experiencia en gran medida
dependerá de su interés por buscar. “¿Te atreves? Si no es así, habremos
fracasado.”
¿Cómo puede ser que un restaurante
piense así? ¿Cómo trasgredir la frontera entre normas y placer? Estos
últimos años han sido un largo camino de aprendizaje para nuestro equipo
de sala. Las enseñanzas experimentadas con actores y coreógrafos han
provocado que sientan diferente su presencia en la sala. Han marcado su
forma de comunicarse y relacionarse con los comensales. Hoy en día, lo
más importante para Mugaritz no es que guste la comida, sino provocar sensaciones, que fluyan en una única experiencia.
Después de muchas horas de trabajo y ensayo, el equipo de sala ha constatado que las emociones son contagiosas y que ellos son una pieza clave a la hora de estimular las sensaciones de los comensales. Confianza y complicidad son necesarias para convencerte que muerdas nuestras piedras comestibles o ¿podrías disfrutar comiendo nuestro macaron de sangre dulce? Por supuesto, ellos te transmiten la seguridad necesaria para que esto sea así. Un equipo sincronizado que sabe dar al comensal lo que se intuye que busca, que crea el contexto idóneo para disfrutar, que relata la historia de cada plato identificando los matices más significativos.
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